jueves, 10 de marzo de 2011

La carta de la Tierra.

La Carta de la Tierra: Instrucciones para un mundo mejor.
Primera instrucción: respetar y cuidar a todos los que viven en esta gran casa que es la tierra.
Vivimos un tiempo muy importante y tenemos el reto de conservar la Tierra. Todos los pueblos y todas las culturas del mundo formamos una sola y gran familia; por esto nos debemos unir: para respetar la naturaleza, para cumplir los derechos humanos y para convivir en paz y justicia. Somos, responsables de la vida, para nosotros y para las personas que nacerán. La Tierra, nuestro hogar. Formamos parte de un universo inmenso. En él, nuestro planeta está lleno de vida, con una rica variedad de plantas, animales y pueblos. Nosotros los humanos, dependemos de la tierra, del agua y del aire y tenemos el deber ineludible de proteger la vida en la Tierra.

 El REY QUE AMABA A LOS RUISEÑORES

 Al rey de un hermoso país llamado Paraíso le encantaba ver atardecer desde el enorme balcón de su palacio, tumbado sobre su diván preferido y bien acomodado entre sus almohadas de seda rellenas de plumas de ganso.
Pero lo que más le gustaba era entrecerrar los ojos y disfrutar del canto de los ruiseñores que poblaban sus inmensos jardines.
Y también le gustaba recibir a personajes llegados de otros reinos...
En cierta ocasión, llegó hasta su palacio el rey de un país muy lejano y poderoso, el reino de Progreso. Después del banquete en honor de su invitado, el rey de Paraíso hizo subir hasta su balcón al rey de Progreso. El sol ya empezaba a ocultarse, y el cielo iba tomando unos hermosos colores, como si estuviera encendiéndose un fuego en el horizonte.
-¡Qué hermoso es tu palacio! ¡Y qué grata vista desde esta terraza! –exclamó como un cumplido el rey de Progreso.
-¡Oh!, muchas gracias. Eres muy amable –contestó el rey de Paraíso–. ¿Pero sabes cuál es para mí el mayor de mis tesoros, la mayor de mis recompensas, el impulso que me hace vivir todos los días, sin el cual mi vida sería una sucesión de tristezas diarias?
El rey de Progreso estaba ansioso por conocer cuál era ese tesoro.
-Dime, amigo, ¿qué puede ser tan importante para ti?
-Escucha –el rey de Paraíso se llevó el índice a los labios y siguió hablando en voz más baja–. Escucha, es el canto de esos ruiseñores.
Y ambos estuvieron disfrutando unos instantes del canto de los pajarillos.
-¡Oh!, en verdad es tan agradable y melodioso el canto de los ruiseñores... –reconoció el invitado–, pero lo malo es que no puedo escucharlo bien por culpa del molesto croar de las ranas. Y ahora, si me disculpas, debo retirarme a mi aposento, pues mañana, muy temprano, he de regresar a mi reino. No puedo faltar más de tres días, pues si quisiera volver al cuarto día ya no podría encontrar el camino a mi palacio... ¡Todo cambia y crece tan deprisa en el reino de Progreso...!
Y, diciendo esto, el rey de Progreso se retiró a descansar, sin darse cuenta de que dejaba profundamente preocupado al rey de Paraíso, que no hacía más que darle vueltas a una idea en su confusa cabeza: "Las ranas. ¡Malditas ranas! Su ruido es ensordecedor, y no me dejan disfrutar del canto de los ruiseñores. ¡Si pudiera hacerlas callar para siempre!"
Al monarca nunca le había molestado el croar de las ranas, pero esa noche, después de la conversación con el rey de Progreso, estaba seguro de que no había en su reino nada más molesto que las ranas. Desilusionado y enfadado, se marchó a su 9
alcoba, pero no pudo dormir en toda la noche. Cuando estaba empezando a conciliar el sueño, lo sobresaltó una pesadilla: cientos de enormes y asquerosas ranas lo rodeaban y croaban más y más alto, hasta que le rompían los tímpanos.
Con muy mala cara después de haber pasado la noche sin pegar ojo, se levantó muy temprano, y salió corriendo a buscar al rey de Progreso, que estaba ya a punto de abandonar el palacio.
-Espera, querido amigo –le dijo–. Necesito tu ayuda. No he podido dormir en toda la noche a causa de esas malditas ranas. Dime: en tu país... ¿hay algo que me pudiera servir para librarme de las ranas?
-¡Oh!, claro. No te preocupes. Toma esta bolsa y dásela de comer a las ranas. Te aseguro que te dejarán en paz para siempre.
Y, diciendo esto, el rey de Progreso entregó al soñoliento rey de Paraíso una bolsa de cuero que contenía unos polvos blancos muy finos. Sin pronunciar más palabras, pues se le hacía tarde, el invitado abandonó el recinto amurallado y, poco tiempo después, se perdió a lo lejos.
El rey de Paraíso no tardó en llamar al jefe de su guardia personal para darle la orden de que le fueran inmediatamente suministrados esos polvos a las ranas. Pero pasó todo el día intranquilo e impaciente, pensando si sería verdad que de ese modo tan sencillo se podría solucionar el mayor de sus problemas.
Después de horas interminables, al atardecer el rey ya estaba de nuevo sentado, ansioso, en su diván preferido. Enseguida empezó a escuchar el adorable canto del ruiseñor. ¡Y no escuchó ni a una sola rana! Una sonrisa iluminó su rostro, y se sintió el hombre más feliz del mundo: ¡de nuevo podía volver a escuchar el sonido que más amaba, sin la molestia de las impertinentes ranas...! Esa noche el rey durmió sin sobresaltos, y a la mañana siguiente se acercó a la charca de donde en otras ocasiones procedían los molestos ruidos. El agua no estaba transparente, como él la había visto siempre: ahora estaba cubierta por una capa de color gris que se extendía a toda la superficie; de todos modos, podían distinguirse cientos de cadáveres de ranas, con signos de haber muerto envenenadas. Aquella visión le dio pena al rey de Paraíso, pero enseguida se conformó pensando que tal vez era un pequeño sacrificio necesario para seguir gozando del canto del ruiseñor, y hasta se alegró de pensar que ése era el sistema que utilizaban para librarse de las ranas en el reino de Progreso, y que por tanto sería algo moderno y bueno. 10
Esa noche el rey volvió a disfrutar del canto de los ruiseñores, sin la molestia de las ranas. Se levantó feliz como nunca lo había estado en su vida. Así transcurrió un día tras otro, y pasó una semana completa...
Pero las ranas cuando mueren dejan de comer moscas, de modo que éstas empezaron a proliferar en el estanque y en los jardines del palacio. Además, a los pocos días las ranas empezaron a oler mal y pudrirse, y eso fue como un reclamo que atrajo a miles de nuevas moscas y mosquitos. El aire que rodeaba el estanque se llenó pronto de tal cantidad de insectos que se convirtieron en una presa fácil para los hambrientos murciélagos, que cada noche acudían a los jardines del palacio a darse un banquete de minúsculos seres voladores. Tantos murciélagos acudían allí que empezaron a habitar algunos huecos del palacio. Y, como los ruiseñores no soportan vivir cerca de los murciélagos, abandonaron el lugar.
El rey dejó de escuchar el adorado canto de los ruiseñores. Ya no volvió a dormir por las noches, porque le faltaba la melodía que tanto le gustaba, y porque además se sentía tan triste que sólo era capaz de pasar las noches esforzándose en recordar su canto, mientras oía la lluvia golpeando los cristales de su ventana.
Y así fue como el rey enfermó de tristeza y de nostalgia. Dejó de comer y de beber. No tenía apetito ni tenía sed. Pasaba las noches llorando por haber perdido lo que más quería en su vida, y sentía una gran rabia por haber sido precisamente él el responsable de la catástrofe. Pero ya era tarde para lamentos, no podía dar marcha atrás en su decisión de envenenar a las ranas.
Poco a poco, la fiebre se fue apoderando del cuerpo debilitado del monarca, y así estuvo durante siete días y seis noches, empeorando cada vez más, sin dormir, comer ni beber, sólo añorando el canto de los ruiseñores, que él, por su inconsciencia, había hecho desaparecer. A la séptima noche, en medio de una tormenta, su corazón dejó de latir, y el rey murió de tristeza, mientras su palacio empezaba a ser invadido por los murciélagos.
- FIN
1. Investiga: http://www.fundacionvalores.es/recursos.htm.
2. Contesta.
¿Qué es la carta de la Tierra?
¿Cúal es su primera instrucción?
¿Qué le ocurrió al rey de la historia?
¿Qué añoraba tanto el rey?
¿Qué relación encuentras entre los cambios climáticos que la Tierra está experimentando y esta historia?
Departamento de Orientación, Interculturalidad.



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